Ataviados con ropa de manta, acompañados por un burro y cargando jarrones de barro, era como lucían los aguadores, singulares personajes que llevaban agua de las fuentes públicas a las casas
Uno de los oficios más antiguos de México es el de aguador; personas que laboraban llevando agua de las fuentes o ríos para vender de casa en casa, esto en una época donde los acueductos y el drenaje no existían.
Algunos de estos antecedentes los ilustró el pintor italiano Claudio Linati, en una litografía “Costumes Mexicains” donde plasma la figura de este oficio, “Aguador, portador de agua, delantal y gorro de cuero, ollas de barro. El aguador de México es uno de los personajes que más impresionan a los ojos del extranjero, amordazado así o encerrado en sus dobles correas, marcha erguido, sin poder permitirse el menor movimiento de cabeza y lleva el líquido a su cliente”, escribió el pintor en sus memorias de viaje en el año de 1828 en uno de sus paseos por México.
Según datos de este artista italiano, en ese tiempo el costo del agua era de medio real, “las correas que se cruzan sobre su cabeza le impiden llevar sombrero. Por ello, el aguador es el único ser en México que lleva gorra”.
Reglamento del oficio
El oficio de aguador fue un empleo generalizado en tiempos de la Colonia hasta nuestros días. En la Ciudad de México, las autoridades emitieron un reglamento publicado el 16 de diciembre de 1850.
Para ser aguador, sólo se requería la extensa recomendación de otro aguador, ya que debía de avalar al nuevo miembro ante el grupo de la fuente a la que deseaba pertenecer y a la policía.
Dicho documento hacía claras normas sobre cómo debían laborar y su forma de organización. Cada 1 de diciembre, los aguadores se debían de reunir en una de las fuentes para elegir a su representante denominado “cabo”, de los cuales se desprendían los “capataces” y luego los “capitanes”, estos puestos eran reconocidos por la autoridad.
Estos cargos eran para el registro posterior, el cual se realizaba en un libro con los datos generales de cada aguador, hecho ese trámite, las autoridades les otorgaban una filiación y un escudo de metal, que debían portar en el pecho en todo momento, de lo contrario eran acreedores a una sanción de 12 reales, también se emitían castigos por la pérdida, robo o mal uso del metal; si eran acusados de algún delito, sus superiores estaban obligados a retirarle su filiación y escudo, lo que les impedía seguir en función.
Los aguadores debían avisar si dejaban el oficio o cambio de plazas; si moría, la familia o su superior debía notificarlo todo esto a modo de retirar la concesión.
En caso de incurrir a la actividad de manera ilegal, la policía procedía a una multa de 12 reales, sumándose la cantidad si se repetía en el delito, hasta llegar a la denominación de “vago inobediente”.
Las obligaciones a las cuales se comprometían eran a mantener limpias las fuentes, prestar sus servicios en caso de incendios; al término del periodo, se premiaba al capitán con mejor desempeño con una onza de oro en manos del gobernador en turno. El reglamento constaba de 31 artículos.
En Oaxaca, se siguió la misma disposición junto con otras regulaciones a otros oficios como los comerciantes, cargadores, choferes, sirvientas y prostitutas.
En una recopilación de 470 fotografías producto del control de dicho reglamento, se pueden encontrar datos de nombre, lugar de nacimiento y estado civil. En las imágenes se pueden apreciar hombres con camisa, calzón de manta, huaraches y sombrero con un jarrón de barro o un cubo de lata amarrado con un cordel, posando al fotógrafo con elegantes escenografías o junto a su burro, todo este valioso archivo que data de 1885 a 1944 se encuentra resguardado en el Archivo Histórico Municipal de Oaxaca “Manuel R. Palacios” de la Ciudad de Oaxaca.
El aguador era un personaje importante, ya que su trabajo permitía a las familias tener acceso al vital líquido, además que su organización buscaba el respeto por la actividad, así como la creación de una red de trabajo.
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